Akiramenai
Y sonó
de nuevo esa canción que estaba oculta en un antiguo USB. Sonó esa canción que
te hace recordar quién fuiste y en quién te has convertido. El que tenía por
delante los mayores objetivos inalcanzables y que los ha ido logrando uno a
uno, piedra a piedra, lágrima a lágrima
y gota a gota de sudor. Fiel al Akiramenai japonés, al nunca te rindas.
Esa canción te hizo recordar lo duro que fue el querer ser libre. El llevar con orgullo el ser diferente. El teñirte el pelo, ponerte pendientes, tatuajes, amar a quien te diera la gana sin dar cuentas a nadie y no renunciar a sonreír. Porque si al mundo no le gustaba verte feliz, lo que había que hacer era mandar a la mierda al mundo.
No recuerdo exactamente cuándo fue el momento en el que realmente me encontré en paz conmigo mismo. Pero si recuerdo que nunca he dejado de estarlo desde entonces. Porque cada cicatriz, cada sacrificio y cada batalla, ha dejado la suficiente marca como para mirar al horizonte sin tener que bajar la mirada.
Porque
la libertad no sirve para cualquiera; Porque la libertad exige el valor suficiente
como para aceptar que el qué dirán es algo opcional. Que hay gente de la que tienes
que despedirte, y que tienes que estar preparado para ser odiado.
Porque la libertad de vivir como realmente quieres hacerlo, solo es digna de quienes luchan contra todo por su corazón.