Trescientos sesenta grados
Las buenas decisiones son las que se toman en esos extraños momentos en los que hablas contigo, en los que miras a la nada cuando estás al lado del mar y el olor de la espuma llega hasta la pituitaria mientras los rayos líquidos de la puesta de sol te hacen entrecerrar los ojos.
Son esos momentos de soledad con uno mismo en los que piensas las cosas a cambiar. En tomar las decisiones que te hagan ser feliz aunque duela serlo, aunque eso suponga volver a un punto de partida con un giro de trescientos sesenta grados, aunque suponga decir no.
Pero lo bueno de esos giros que te dejan como estabas, son la percepción de ver por completo lo que hay a tu alrededor. No es una relación de coste-beneficio al uso, es la capacidad de saber que lo difícil, en la mayoría de los casos, termina siendo la opción correcta.
Porque los deseos no son capaces de cambiar nada, y las decisiones que tomemos, tienen la capacidad de cambiarlo todo.