Level Up!
Ha sido como un mazazo que te rompe por dentro pero que no se ve, como miles de cristales desperdigados que saltan por los aires sin control y sin razón. Un dolor que te atraviesa la sien de lado a lado.
Desconozco el motivo, razón y o circunstancia que me llevó a leer de nuevo todas y cada una de las entradas que hay en este blog. Bueno, todas no, alguna la he pasado nada más verla. Sigo respetando esa máxima de que no borro nada de lo que escribo, pero a veces el antivirus no funciona. Así es la vida.
El caso es que en once años de blog, madre de Dios lo que ha cambiado la cosa. Ahora sigo escribiendo pero con años encima, porque todos crecemos, evolucionamos y cambiamos. Nos hacemos más estables y menos impulsivos... o así debería ser.
Es cierto que los años sirven para centrarte y darte aplomo, para hacerte olvidar los jueves de aventuras locas en la universidad, los viernes de resaca y fiesta, y los sábados de hay que salir porque es fin de semana.
Sí, todo eso queda atrás, y todo eso te cambia, te forja, e incluso puede hacer que te olvides de algunas partes de ti. De esos rincones que, como cuando pasas la escoba, no eres capaz de limpiar. Las malditas esquinas en ángulo de 90 grados donde tienes que llegar con un bastoncillo.
Pero es en esas esquinas, en esos rincones en los que a veces llegas por casualidad, esos rincones en los que logras refugiarte en medio de un brutal dolor de cabeza, donde recuerdas que tú no eres así. Que no eres solo cara buena, que eres ímpetu y fuerza, que ruges como un león y tienes dos pares de alas como la magia.
Que has escrito sobre armaduras de fuego, las caras de la luna y de cantos con la luz apagada. Que has recordado que sigues siendo aquel que tenía grabado a fuego el “Arruinado antes que arrodillado”, que aquí estoy, aquí sigo, y aquí me quedo.
Que la diosa interior que abrió brecha en el mundo con sus maracas y después con su ametralladora, que esa diosa interior que congeló corazones y los hizo reducir a cenizas, siga sonriendo cada mañana. Que luche cada alba para cumplir con aquello que decía el general Washington de que ojalá siempre tenga firmeza y virtud para conservar lo que consideraba que es el más envidiable de todos los títulos: el carácter.