Bravo fulgor
Dice una leyenda japonesa que
el día en que un emperador mandó a su mejor general a luchar a una batalla para
evitar la invasión de Japón, lo hizo pidiéndole que tomara a sus hombres y se
embarcara a las islas de la frontera con la intención de que el enemigo no
pasara de ese punto.
Una vez en la isla, y viendo
que el enemigo era superior en número, las caras de los soldados ya reflejaban
la derrota sin haber empuñado un arma. Al verlo, el general dio la orden a sus
arqueros de que le prendieran fuego a los barcos en los que habían navegado a
la isla.
Al ver como las naves ardían
sobre las aguas del Pacífico, los soldados miraron a su general, y este les
dijo: No hay retirada, si queréis salir vivos de aquí, ganad esta batalla. No
lo hagáis por Japón, ni por vuestras familias, ni por el honor. Hacedlo por
vosotros.
Porque cuando no hay retirada,
solo queda la opción de avanzar y apartar los obstáculos con la fuerza de un
martillo; con la tenacidad de alguien que no ha nacido para darse por vencido,
con la certeza de que solo hay un camino, y de que es todo recto y hasta el
final.
O al menos, así nos lo enseñó Natsu Dragneel.