Cimientos

Un día miras al cielo y recibes una llamada, y es la confirmación a una de esas grandes gestas por las que tantos años llevabas luchando. Una de esas causas pendientes que tienen que ver con la sangre y el pasado.

Durante un instante te sientas en el suelo y miras hacia arriba, jugando con cada agujero en el tejado a identificar la constelación de Orión, a saltar en la cama del recuerdo mientras le pedías a un tal Mario que bajara del armario, a recordar la banda sonora de Pokémon mientras las meigas se descolgaban por el agujero de la escalera.

Porque este lugar era en el que hacía frío terrible en invierno y un calor asfixiante en verano. Porque era desde donde se oteaban los barcos que atracaban en la ría, y desde donde se vislumbraba un futuro más allá de las praderas y de los montes.

Porque este fue el epicentro de la historia que quería vivir, y ha llegado la hora de comenzar a vivirla. Porque quizás como decía Mewtwo: Las circunstancias en las que uno nace no tienen importancia, es lo que uno hace con el don de la vida lo que nos dice realmente quienes somos.



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