Cuando lo fácil aburre

Reconozco que no hay nada que más aburra que el darse por vencido sin luchar y, sobre todo, sin decir lo que uno piensa, al igual que reconozco la enorme pereza que siento de quienes se creen los reyes del baile pero que no hacen otra cosa que bailar a solas.

Reconozco que lo fácil y sencillo es lo que tiene la mayoría; lo común y lo mundano. Que se quiere algo caído del cielo y que no sea necesario cuidar, y que funcione con la inercia de los movimientos de Laplace. Que se cuide solo porque vivimos en esa sociedad donde lo roto se tira y se compra algo nuevo, ya no se repara.

Reconozco también que una de las cosas que más me gusta de mi oficio como maquinista naval, es el de reparar cosas. El de mancharse las manos para que algo funcione, el de dar lo mejor de uno con cada apriete de tuerca no para meterle más presión, si no para que el ajuste sea fino y al milímetro. Para que el motor siga ronroneando y aplicando par de fuerza.

Reconozco que lo fácil aburre y que lo difícil no es apto para cualquiera, al igual que reconozco que tengo la enorme suerte de caminar acompañado, y que lo hago de quien en verdad merece la pena. De quien crea en lo difícil y en lo extraordinario, de quien no se da por vencido.



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