Luciérnagas


No podemos vivir la vida que no fue escogida para nosotros por la Providencia, ni aquella que no está en nuestras manos. Hay quien tiene más o menos suerte, pero son los actos que tomamos los que de verdad hacen que vivir merezca la pena.

El destino reparte las cartas, pero somos nosotros quienes nos enfrentamos a la partida. Somos nosotros los que decidimos si jugamos la mano o pasamos de jugar, si nos arriesgamos a salir a ganar.

A veces ganamos, a veces aprendemos. No todas las lecciones son malas aunque alguna cueste aprenderla y, cuando lo haces, puedes verlo todo con la perspectiva de que de lo malo se saca lo bueno y de lo bueno, siempre se saca lo mejor.

Siempre creciendo, siempre aprendiendo, aunque a veces nos exijamos tanto que no seamos conscientes de hasta qué punto estamos sobreviviendo. Querer ser el mejor en algo tiene un precio muy alto a pagar, un sacrificio que va más allá de horas de sueño, de agotamiento mental o de entereza física.

Pero la cuestión no es el coste, es lo que llevamos en los bolsillos para hacer frente a ese pago. Y creo que nunca un pago tan duro, ha sido más gratificante. 

Qué bonito es tener las metas claras y el camino despejado e iluminado por luciérnagas.



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