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Mostrando entradas de noviembre, 2023

10 km/h

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Las cuentas son sencillas. Si tienes que recorrer una distancia de 100 kilómetros y la velocidad que llevas en el coche es de 110 km/hora, suponiendo una velocidad constante desde el punto A hasta el punto B, tardaremos 54 minutos en cubrir esa distancia. En el caso de llevar una velocidad de 120 km/hora, tardaremos 50 minutos. Sacrificando 4 minutos por una reducción de 10 km/hora, se reduce el consumo en el motor y, además, tienes 4 minutos a mayores durante el viaje que te dan para pensar. Para pensar en todo y en nada, para focalizar los esfuerzos, para entrar en tu interior y tener esa conversación incómoda que no te atreves a tener con alguien que no seas tú mismo, aunque cuentes con una persona que sabes que está a tu lado. No sabes si es por vergüenza o incomodidad, pero si algo he aprendido, es que como ocurre con la relación de la velocidad, el espacio y el tiempo, cuando lo divides y lo compartes, la carga es menor. Y es que a veces son mejores velocidades bajas y

Florece

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Como una torre de naipes que se desmorona. Como el mar que revienta las balaustradas de granito de los paseos que encuentra a su paso. Como la explosión de la bomba de Saruman en las murallas del Abismo de Helm. Se siente como la gravedad empuja hacia abajo; como te arrastra hasta el fondo justo en el momento en el que tienes que actuar. Como una avalancha de nieve que te lleva con ella sin permitirte salir a la superficie, quedando sepultado para debatirte entre la luz y la oscuridad. Si algo he aprendido es que la vida nunca sale como uno la planea. Que la palabra “fracaso” también es una sensación, y que queda en tus manos si decides ponerte en pie, o dejar que la nieve te arrastre. Que a veces tienes que arriesgarlo todo por un sueño que sólo tú puedes ver y que, si bien es cierto que te hará conocer tu versión más rota, algo me dice que también te presentará a tu versión más fuerte.  Que como decían en Mulán: La flor que florece en la adversidad, es la más rara y hermosa d

Lo más importante

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Los rodamientos de una Puch como mis primeras canicas. Las primeras vueltas que dio una peonza en la mano. Los tornillos que escondí dentro del trasportín de la moto que había que entregar en ese mismo día. La colocación de los mostradores y de las verjas en el taller. El ruido de la persiana al levantarse, y la locura que era cerrarla. El carburador que arreglé con doce años y la moto sobre la que me sentaba con dieciséis. La paga a escondidas. Los trabajos en verano reparando portales. Los domingos de ir a correr a la playa por la mañana y los baños en el mar. La frase que llevo tatuada que nos salió del alma. El gran consejo que me diste de que “si entras en política, no dejes de estudiar”, y que he llevado a rajatabla. Las promesas cumplidas. Los sábados de pizza y los domingos de desayunos. Los goles de cuartos de final de Champions y los te quiero que te dije antes que te fueras. Las lecciones aprendidas y los momentos más duros, pero siempre juntos. Porque el sol siempre v

Frío y lluvia

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Recuerdo que una vez me dijeron que a mi no me gustaba el frío, si no las cosas que se podían hacer para compartirlo: el estar tapado con una manta en el sofá con la estufa de leña encendida, el chocolate a la taza, la lluvia y los truenos rompiendo contra el tejado… El frío no le gusta a cualquiera. Es rara la persona a la que le gusta que el agua le cale hasta los huesos mientras parece que el cielo se viene abajo. Mientras el mundo se desploma sin saberlo. Llueve y hace frío, una vez más. Llegando a ese punto al que se debía llegar, a ese lugar donde la columna de agua alcanza la máxima cota y la máxima presión. Ahí abajo, donde el frío y el agua son lo único que te rodean, y el único calor que puedes sentir es el que se encuentra refugiado en tú interior. Y que cuando se llega al fondo, sólo queda subir hasta arriba.  Somos lo que hacemos, somos lo que defendemos, somos lo que protegemos.