Tremenda turra

Tremenda turra, porque la de este año sí que ha sido dura.

He masticado tierra y polvo. Me he vaciado; tanto por haberme abierto heridas para limpiarlas, y de las que me queda una hermosa cicatriz, como por cumplir sueños con los que llevaba demasiados años soñando.

He aprendido que cuando las situaciones son buenas, se disfrutan; que cuando son malas, se transforman y que, si no puedes transformarlas, te transformas tú. Y en eso estamos. Acabando el año en medio de esa transformación que llegó con el verano para quedarse.

He aprendido confirmado que la gente del mar somos de otra pasta.

Que en palabras de Branson: los valientes pueden no vivir para siempre, pero los cautos no viven en absoluto. En que ya no me sirve ni la ley de Coulomb para calcular la atracción porque le faltan parámetros, ni tampoco la ley gravitacional de Newton. En que hay momentos que recuerdo con la intensidad de cien bombas nucleares, y que han sido los más jodidamente preciosos de mi vida.

Hasta siempre, 2023. Gracias por todo lo que me has dado, especialmente, por el impulso que necesitaba. Por permitirme seguir siendo fiel al corazón. Y el puerto al que me lleve esta singladura que he comenzado, que sea el que Dios quiera. 

El norte ya lo he fijado.




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