Emotion

Leí una frase en LinkedIn que decía: Las personas nacemos y morimos siendo todo emociones, pero que, en medio, la liamos parda.

Nacemos siendo un puñado de emociones y nos vamos a morir cargados de ellas. Es lo único que va a acompañarnos a lo que quiera que haya al otro lado; llámese reencarnación, cielo o la nada.

Enamorarse de tu propia vida, de hacer las cosas por las que sientes pasión, de amar sin ataduras, de decirle a la gente que te importa que la quieres aunque te dé vergüenza, de arriesgarte por los sueños que tienes, de hacer el ridículo, de llorar y reír a carcajadas a partes iguales.

Supongo que los intensos para esto no tenemos medida, pero es que a la vida hay que irle con todo, porque realmente no tenemos todo el tiempo del mundo. Todos vamos a morir, con suerte viviremos 80 veranos a lo largo de nuestra vida, y cuando te mueras, llegará un momento en el que ya no habrá nadie que se acuerde de ti. Si no, mirad la película de Coco.

De nada sirve vivir pendiente de opiniones ajenas cuando hay emociones que tienen su eco en la eternidad, y vivirlas, es para los valientes.

Hay emociones, por ejemplo, que surgen de cruzar miradas y sonrisas durante una tarde de domingo de verano al lado del mar, y lo que se siente, la verdad, no me importaría que fuera la última emoción que me llevara a la tumba.

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