St. Michael

Y es que es en los límites donde en verdad nos conocemos: Es los portales de un edificio, en una estación de tren, en una frontera.

Es en esos límites cuando uno toma la decisión de soltar; no por el hecho de darse por vencido, sino porque ir hacia adelante requiere dejar en el camino aquello que no podemos llevar encima.

Imaginemos un anillo que te acompañó durante tantas décadas de aventuras que se han perdido la cuenta, con una fuerte carga sentimental, y que aceptas voluntariamente deshacerte de él. Que lo sueltas sobre un puente en el que convergen las corrientes, donde cambia la marea para cortar el paso con un tipo de vida de la que has decidido despedirte.

Porque allí, cuando lo has soltado y ha sonado el metal noble cortando el agua, se han quedado todas y cada una de las cagadas del pasado, de la época del terror y del hijoputismo, de lo oscuro de la noche, del ego y de la destrucción. Los restos de la era en la que aprendiste a sobrevivir.

Allí, se terminó el mirar atrás. 

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