Lapidario
Hubo un antes de la rudeza, del frío como armadura y de la indiferencia como espada. Hubo un antes, hace media vida, en el que los puñetazos, las huidas hacia adelante, la angustia, el miedo y el dolor a la callada eran los maestros de la supervivencia.
Sí, a
base de hostias se aprende; lo que no te dicen es que dejas de aprender a vivir para sobrevivir. Darwin no se equivocaba en absoluto en eso de la
selección humana mediante la evolución del más fuerte. Y, en ocasiones, ser el
más fuerte requiere de no hacer nada porque no está en tu mano. Eso también lo acabas aprendiendo.
Que
aprendes a que hay batallas que libran personas que nos importan y que no
podemos librar por ellas; sólo podemos estar ahí, sea cerca o a distancia, para
que sepan que nos tienen a su lado. Que los ríos no pueden ser sometidos, que hay que rendirse a su fuerza para poder tener su control.
Dicen los sabios que el que intenta sacar a una mariposa de su capullo antes de que esté lista, la mata. Que el que intenta acelerar el nacimiento de un brote de una semilla, la destruye. Que el que intenta despertar consciencia en alguien que aún no está preparado, lo confunde.
A veces,
para seguir adelante, sólo puedes estar y esperar sabiendo que no habrá muros, ni
kilómetros, ni silencios, ni barreras que puedan ponerle trabas a una
elección que te lleva a rebasar los límites que tenías establecidos. Que te hace
querer recuperar una parte de ti que fue desterrada para sobrevivir y que luchas por
recuperar para volver a vivir, aunque te cueste recordar lo que era.
A veces,
un “mal” dicho de forma lapidaria pero seguido de una leve sonrisa no fingida hace que valga la pena seguir luchando en ese camino de volver a ser quien eras
antes de que la vida se encargara de enseñarte labores de supervivencia. Mucho
antes de todas esas malas decisiones que te enseñaron tanto.
Y es que
ya no se siente como un “si le pones un dedo encima, te mato”. Es como: “Quítame
la única luz que tengo, y verás lo que es sentir la verdadera oscuridad”.
Maldito Xaden
Riorson, y cómo lo entiendo.