Lvl. 33


La pasada Navidad, mientras hacía las compras de los regalos, vi en el escaparate de una librería una edición especial de Las Crónicas de la Dragolance en la que estaban fusionados los tres primeros libros de la saga en un único tomo; un libro de páginas súper finas, parecidas a las de la Biblia, con grabados, dibujos y anotaciones de los autores sobre cómo se escribió la obra. Esos tres libros fueron mi puerta de entrada al mundo de la literatura fantástica cuando aún no había ni terminado la primaria.

Nadie te enseña a crecer; eso es algo que la vida te enseña si estás atento y pones los cinco sentidos en ello. Pero con los años, aprendes a identificar qué es lo que quieres que esté en tu alrededor y qué es lo que quieres que desaparezca. Aprendes a identificar lo que suma y lo que resta porque hay tantas cicatrices que no se ven, que cada una es un tatuaje bajo piel que recuerda los caminos ya recorridos.

A veces estás obligado a vencer y a crecer, y tienes que hacerlo antes de lo que te toca, a madurar antes de tiempo, y la vida siempre te ofrece alguna oportunidad oculta de volver a aquello que nunca debió cambiar si deseas hacerlo. Exactamente como le ocurrió a Tanis cuando entró en el templo de Mishakal, en Xak Tsaroth, después de luchar contra Ónice, la dragona negra, donde dijo que todos los cuentos e historias de la infancia volvieron, o para acosarlos, o para salvarlos.

Y ahora que han vuelto esos sueños de la infancia, esos caminos que nunca debieron cerrarse: el de irte al extranjero de aventuras en solitario, el de la sana curiosidad, el de escribir y leer vorazmente, el de volver a tocar un instrumento y sentir la música naciendo en la punta de los dedos… Es inevitable no creer en la salvación cuando das con ella en cosas tan nimias.

El camino de volver a vivir lejos de los barrios oscuros de la vida, el de dejar atrás la prisión Pax Tharkas para volver al Último Hogar de Solace. El de cambiar la canción con la que finalizabas tu año durante décadas por una nueva que te recuerde a quién eres en verdad. 

Con todas las letras: LEVEL UP.


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